La búsqueda

30/09/2022

Categories: Escritos Tags: prosa

La música salpicaba desde los parlantes y Tobías se palpaba los bolsillos para encontrar un cigarrillo. Lo importante no era fumar, ni siquiera tenía ganas de hacerlo. Era una mera cuestión ritualística, un lenguaje propio en donde esos segundos de búsqueda torcían las reglas del juego y la vida cobraba un sentido unívoco.

Probó con la campera de jean, pero sólo había boletos de colectivo. Se distrajo un rato mirando el número capicúa que le había tocado. Es una cosa extraña la simetría de las cosas. Imaginate si un día toda simetría se partiera. Los enamorados jugarían a encontrarse los ojos, los perros tropezarían con el exceso de patas en su lado derecho y los boletos serían víctimas de un determinismo tan terrible que uno jamás podría encontrar un número que se puede leer del derecho y el revés. Qué pesadilla.

Ahora hurgaba sus pantalones. Dio con un boceto que hizo tirado en una plaza. El dibujo no era lo suyo, pero no se permitía rendirse ante la frustración. Soñaba con hacer retratos. A veces pensaba que un retratista tenía el raro privilegio de poder observar de lleno a desconocidos que se entregaban humildemente a ese pacto. Le daba mucha curiosidad saber todo lo que uno podía descubrir en esos rostros. Cómo los iris, las barbas y el maquillaje relatan en silencio historias que son lavadas por la correntada urbana.

Sin embargo, no olvidaba su misión. Buscó en la mochila, en los cajones, la ropa sucia… La suerte se le iba terminando y en su boca nacía una mueca de decepción. Consternado, sacudía su cabeza, cuando un cigarro que dormía en su oreja cayó al suelo. Parecía un chiste hecho a medida y su tonta sonrisa apareció como el envoltorio de un regalo perfecto. Quién sabe cuánto tiempo estuvo ahí.

Recompensado, se tiró en su cama y colocó el premio en sus labios. Las primeras notas de una canción llenaban el cuarto de magia y la culminación del ritual se materializaba. El paso final, la llegada del fuego prometeico, era el broche de oro de esta aven- “Che pará, pará… ¿y el fuego dónde lo dejé?”

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