Tenía 12 años, en la tele ya empezaba la circulación fuerte del nuevo género musical bailable, algo llamado “reggaetón” que de reggae no tenía nada. En la radio de vez en cuando pasaban algún tema que me gustaba y por mis hermanas mayores algunas referencias musicales ya tenía, pero faltaba algo…
Un día me puse a explorar esa página nueva donde la gente subía videos.1 Internet era algo relativamente novedoso en mi casa y todavía no tenía muchos usos posibles aparte de algunos juegos online, páginas de Wikipedia llenas de errores y el eterno sonido del MSN avisando que alguien tenía ganas de hablar estupideces durante horas. Pero en ese viejo Youtube me crucé una canción con una sonoridad interesante.
La escuché 6 veces seguidas. Había algo especial en la estética del video, el
timbre de voz del cantante y la forma en la que estaban vestidos. Abro el
siguiente video recomendado y mis
oídos escuchan la mejor línea de bajo que hayan tenido el placer de disfrutar.
El video ilustraba el después de un trágico accidente de auto que se veía
deformado por lo caricaturesco de una marioneta que tomaba el protagonismo y
cantaba la canción. La música parecía triste pero esperanzadora a la vez, una
estética única que encajaba bien en esa trama y que sería un sello constante en
la obra musical del grupo.
La banda era Interpol y aunque había comenzado a tocar a fines de los 90s, su popularidad fue incrementando lentamente, hasta alcanzar relevancia internacional a mediados de los 00s con sus primeros discos y una rotación mayor de sus videoclips en MTV. Sin embargo en Argentina no era para nada popular.
Lo que comenzó como un accidente se tornó en un fanatismo insaciable. Pasaron algunos meses. Me empecé a vestir de negro y a intentar prestar atención en las clases de inglés para entender qué decían las palabras que acompañaban la música. No entendía un carajo y los traductores de esa época eran tan literales en sus traducciones que sólo te daban un vómito de oraciones sin sentido. Pero aún así, sin comprender más que algunos fragmentos, estos temas me hablaban de una forma distinta a todo lo que había escuchado antes.
Cuando mi viejo fue al Parque Rivadavia a comprar compilados truchos de bandas, le dije que buscara alguno de Interpol. Volvió con un CD que sólo tenía 2 discos: Turn On The Bright Lights y Antics.


Cada día al despertarme, ponía el CD en el equipo de audio de mi cuarto y escuchaba el órgano introductorio de Next Exit.
We ain’t going to the town, we’re going to the city / Gonna track this shit around and make this place a heart to be a part of.
Y sin darme cuenta las canciones se sucedían hasta que el álbum llegaba a su fin. Entonces era momento de escucharlo una vez más.
Placeres desconocidos
Los riffs de Interpol, aunque asociables a la simpleza de las bandas de post-punk de los 80s, no tienen parangón dentro de la escena musical de comienzos del 2000 o cualquier cosa que haya venido después.
Para situarnos en contexto, estamos hablando de una juventud yanqui que empujada por la falsa ilusión consumista de los 90s ahora observaban las Torres Gemelas caer ante las promesas de venganza de Bush. Los celulares sonaban cada vez con más frecuencia en una insoportable cacofonía monofónica y la vorágine frenética del capitalismo del nuevo milenio arrastraba toda una generación que debía formarse para afrontar y hacerse cargo de un mundo cada vez más interconectado pero incapaz de conciliar todas las fracturas que agrietaban esa falsa idea de opulencia y armonía global.
La movida de rock neoyorquina tenía en ese entonces varias vertientes, pero la más novedosa estaba mucho más orientada hacia arreglos bailables y estridentes, voces chillonas y una excentricidad algo tímida que estaba harta de la angustia adolescente y buscaba escaparle en chupines de colores y flequillos planchados.2 La fina línea entre rock y pop se hacía cada vez más delgada y como un reflejo de esa homogeneización global las fronteras entre las tribus urbanas se iban desdibujando. Los discursos culturales cedían ante el mandato capitalista de entregarse al placer y sin muchos cuestionamientos ser feliz. Sin embargo, en las guitarras de Paul Banks y Daniel Kessler se entreveía la incertidumbre, el romanticismo y lo indescifrable de una era colmada de maquillajes vencidos.
Las texturas sonoras que logra esta banda son como láminas traslúcidas que una vez apiladas componen un tinte de color único. Pero si uno las va atravesando una por una y descompone sus tintes individuales puede apreciar el carácter único de cada componente. Carácter que incluso aislado se sostiene, para luego permitir escuchar la obra completa con mayor aprecio.
Quizás por cualidades como ésta es que siempre fueron sujetos a comparación con Joy Division.3 Otra banda que estableció una ruptura ante la exuberancia pop de los 80’s y el grito cansado de un punk rock derrotado por las adicciones, la muerte y la corrupción de una industria musical que aplastaba toda contracultura posible.
Llévame en un crucero
Tomemos una canción como Leif Erikson. Su nombre hace referencia al vikingo que se topó con América mucho antes que los españoles. Aunque su autor dijo en una entrevista que el contenido de la letra no se relaciona con su título, prefiero diferir.
“Ella dice que ayuda hacerlo con las luces apagadas
Su brillo rabioso es como braille en la noche
Ella jura que soy un esclavo de los detalles
Pero si tu vida es una broma tan grande ¿por qué habría de importarme?”
El deseo de nuevos lugares, la imagen corroída de un amor agotado y la búsqueda de una dirección que le escape a esa llanura abisal son algunas de las imágenes que Paul Banks nos brinda. Sus palabras se abren paso entre el paisaje sombrío y solitario que los instrumentos van reforzando a medida que se suman.
“El reloj está listo para las nueve pero sabés que lo harás a las ocho
Así los dos pueden tomarse algo de tiempo y enseñarse a reciprocar”
¿Qué tienen en común un vikingo navegando hacia lo desconocido, un neoyorquino de 24 años que enfrenta una crisis amorosa, un pibe de 12 que escucha por primera vez la música más oscura con la que se haya topado y su versión contemporánea? Me arriesgo a decir que mucho más de lo que parece.
“Ella siente que mi lado sentimental debería sostenerse con guantes para niños
Pero no sabe que dejé mi impulso dentro del congelador
Ella jura que soy presa para las hembras
Bueno, entonces pescame y arrojame, porque me gusta ser enganchado”
Un vikingo perdido en el océano, sin la certeza de llegar a tierra firme, cuestionando si su viaje tiene sentido o simplemente está siendo tragado por un lento suicidio. Un neoyorquino que ya no encuentra nada en las palabras de su novia, que coge en la oscuridad intentando leer algo nuevo en ese cuerpo ya conocido y busca allí una salida a su propia frustración. Un niño que tiene que crecer hacia una vida que sólo ofrece incomprensión y que a través de canales digitales busca el camino hacia algo nuevo, algo alejado de una casa colmada por la soledad. Un chabón que en un desvelo de madrugada decide ponerse a escribir sobre ese disco que le voló la cabeza cuando era niño, 16 años atrás.
“El reloj está listo para las nueve pero sabés que lo harás a las ocho
Toda la gente que amaste está atada a dejar algunos recuerdos
Me estuve columpiando todo el tiempo, creo que es momento de aprender tu manera
Nos imagino vos y yo juntos en la jungla, todo va a estar bien”
Es la búsqueda. Es el peso de su incertidumbre. Es ese tiempo muerto que se
ancla en arenas congeladas. El agotamiento de lugares pasados.
Todos fuimos y seremos tripulantes de un barco irrefrenable. Estamos atrapados
en un rumbo del cual no hay marcha atrás. Buscamos ese nuevo espacio donde
rehuirle a la desesperación de lo inerte y el hastío de lo estéril. Y en esa
moneda arrojada al aire ahogamos los suspiros para darle vida a un sueño. Una
esperanza donde podemos encontrar algo de sentido y arrancarnos tantas noches de
silencios repetidos.
“Te traeré cuando mi bote salvavidas navegue por la noche
Eso es, suponiendo que no dormirás esta noche”
Mientras Fogarino nos empuja gentilmente con su delicada combinación de hihat y
bombo, el bote al que nos subimos junto a Erikson y Banks se arrastra
lentamente. Kessler nos vislumbra mediante una guitarra llena de reverberación
las ondas contiguas del agua que se deslizan como una serpiente hacia el
horizonte eterno del mar mezclado con el cielo.
La línea melódica de bajo que toca Dengler, es quizás la pieza fundamental que
hace de esta canción un viaje tenso pero introspectivo. Gracias a sus continuos
y rítmicos ataques el resto de los instrumentos reposa sobre una base llena de
vida, un corazón latiente y el empuje de las olas que nos recuerdan que debajo
de nuestros pies ya no queda resquicio de tierra firme.
Pero es a continuación donde se presenta uno de los mejores momentos musicales que conozco.
Es como aprender un nuevo lenguaje
Me ayuda a ponerme al día con mi mimo
Si no traés esas partes solitarias
Éste podría ser un buen ratoVení conmigo
Juntaremos esas partes solitarias y las dejaremos fuera
Vení conmigo
Algo aparece, la música se llena de una esperanza agridulce que pone la piel de gallina. Una isla, un orgasmo o una ilusión. El solo de guitarra que ofrece el climax a nuestra búsqueda. Pero ante todo, un nuevo lenguaje que sólo se aprende en ese arrojo y define el léxico de lo que somos, nuestra historia, nuestro amor y nuestros sueños. Se abre un nuevo capítulo, los sonidos se entrelazan y construyen un puente hacia ese espacio que buscamos tan desesperadamente. Todo respira y es un consuelo saber que aún hay algo más por descubrir.
Próxima salida
Interpol no fue la única banda con tal impacto en mi vida, pero fueron la semilla de un derrotero plagado de joyas musicales. Me ofrecieron una ruptura con la estética predominante en la música que me rodeaba y formaron un componente esencial de mi paladar auditivo. Me inspiraron a estudiar para ser músico y me llevaron a otras de mis bandas favoritas como Nirvana y Joy Division. De alguna forma, cada vez que agarro una guitarra también “celebro la miríada de formas en las que los quiero”.4 Hoy se siguen consolidando como maestros de su estilo y verlos en vivo es una deuda que me tengo pendiente y espero pronto saldar.
Si aún no lo hiciste, te recomiendo que le des una oportunidad a Turn On The Bright Lights o Antics.

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Videos que después tenías que dejar cargando unos 10 minutos hasta que terminen de bufferear para poder verlos de corrido. Si uno lo piensa en retrospectiva, la lentitud de internet era una limitante que no invadía los ritmos de vida de aquel entonces. Lo inmediato no era la norma y mucho menos la omnipresencia del espacio digital (los teléfonos inteligentes eran todavía un sueño, aunque para nada lejano). Supongo que es relativo decir que eso era una virtud, pero que a veces se extraña, no hay duda… ↩︎
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También llamada “post-punk revival”. Pero dale, meter a Interpol en la misma caja que los Strokes o Franz Ferdinand, no tiene mucho sentido. ↩︎
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Merecedora de un posteo aparte. ↩︎
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“You made me want to pick up a guitar and celebreate the myriad of ways that I love you” - Verso de Slow Hands. ↩︎