Divague

11/01/2022

Categories: Escritos Tags: prosa

¿Y yo qué soy? Aparte de una silueta en una pared que se observa a sí misma mientras se rasca la barbilla, en el afán de callar el prurito que causa existir sin poder nunca completar el rompecabezas. La cabeza ya está rota, ponele el dibujito que vos quieras. Ay, pero cómo duele salirse del compás, perder el swing de los pasos y al girarse ver que todo está lejos. Un lamento de playa, un perro sin collar, sumido en el canto de los grillos y el calor de la noche, ladrando a la nada misma. Tanteo el piso a ver si aparece esa pieza faltante, esa que me haga suspirar tranquilo porque el mañana ya está resuelto, pero qué enchastre me queda en las manos. Estamos todos locos, viejo; de eso no hay duda. Me prendo un cigarrillo y cruzo los dedos para que en el humo me hable el oráculo, a ver si me tira una punta para esta brújula descompuesta. “Sos muy nostálgico chabón, tenés que pensar menos y vivir más”. Touché amigo, pero con un reto no alcanza. Es que a veces pareciera que lo que más lo llena a uno es distraerse, perderse en la maraña de colores, una birra con amigos para discutir sobre qué vale la pena discutir o un tango que justifique este derrotero tan porteño. Se entiende, esa clase de cosas. -Adoquines de mi vida, esperanza de arrabal, un sendero que entre farolitos me tiende la mano y me lleva a pasear por las riberas del desencanto-. Y mirá que tengo las piernas quietas, pero la cabeza se me va a otra parte. “Vivir es cambiar/ en cualquier foto vieja lo verás”, sí Goyeneche, pero a este ritmo me quedo sin rollo en la cámara. Ya tomé tantos barcos que clavarse en esta silla parece un chiste. A ver, probemos con un juego, renombremos las estrellas e inventémosle nuevas constelaciones, todo bien con Cástor y Pólux, pero están un poco viejos. Esa se parece a un iglú descapotado, y ahí están los esquimales pescando, ¿Juan y Carlos? Juan y Carlos, esa es un barrilete sostenido por un hilito, se le debe haber escapado a Juan, y esa roja parece un grano todo irritado, no hay que rascarse tanto. Qué extraño es el cielo así, una sábana toda apolillada y nosotros tapados, espiando por los huequitos de luz. En fin ¿de qué estábamos hablando?

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